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La biblioteca pública popular, un espacio alternativo para aprender

A propósito de la XX Conferencia de ministros y ministras de Cultura de Iberoamérica en 2019, que estableció esta gestión como “Año Iberoamericano de las Bibliotecas 2021”, dedicamos esta nota a reflexionar sobre la importancia y rol de las bibliotecas públicas o populares en el acceso a la información, la cultura y la educación.

Para ello, Alternoticias a través de Acciones que Inspiran, conversó con los creadores de la “Biblioteca Participativa y Popular Crispín Portugal”, que forma parte de una tríada junto a Amta Café Cultural y su comunidad fotográfica, ubicada en la calle Auxiliar Nº 48 a pasos de la Av. Juan Pablo II y cerca de la Cruz Papal, en la ciudad de El Alto.

La creación de Amta Café Cultural nació de la mano de las hermanas Rossemary y Lisette Chuquimia Ramírez, una trabaja en fotografía y audiovisual y la otra es gastrónoma y barista con amplia experiencia; ambas encaminan este emprendimiento acompañadas de un equipo que se sumó a esta idea de combinar cultura y culinaria, proponiendo café y té de especialidad junto con gastronomía y repostería creativa.

En este espacio cada mes se programa una feria cultural con las personas que quieran participar en cuanto a escritura, teatro, música o baile, con artesanos, artistas y pintores, para tratar de unirse y generar ingresos económicos. Este es el enfoque con el que también nace la “Biblioteca Crispín Portugal” que ahora también desarrolla sus propias acciones.

Daniel Averanga Montiel, escritor y responsable de los proyectos que desarrolla la biblioteca, nos contó que este plan comenzó a fines de 2019 cuando planteó a Rossemary la posibilidad de abrir un espacio para la venta de libros, con el objetivo de tratar de unir a la población con los productores, es decir los cultores de varios géneros literarios: cuento, narrativa, teatro, etc. “cuando vimos que había un lugar al fondo que no era tan pequeño, vimos la posibilidad de empezar el espacio de biblioteca, luego ya a mediados de 2020 le pusimos el nombre de Crispín Portugal, porque fue unos de los escritores más representativos de El Alto en los primeros años del siglo XXI, co- fundador de Yerba Mala Cartonera”.

En la feria de la 16 de julio, Daniel y Rossemary empezaron a comprar libros a medio uso que valieran la pena. Juntaron  alrededor de 80 ejemplares y para finales de 2020, organizaron la búsqueda de donaciones durante un mes y medio “adquirimos entre 3600 a 3800 libros, todavía no está contabilizado completamente, nos han mandado desde Santa Cruz y desde Cochabamba. Yo viajé a Cochabamba, estuve dos días en la plaza de armas, ahí parado como cuervo haciéndome quemar en el sol, pero vendiendo mis novelas y al mismo tiempo recibiendo donaciones de la gente, entonces fue una campaña bastante exitosa”.

La experiencia de Daniel nos permite comprender que fundar una biblioteca por iniciativa propia no es una tarea sencilla, demanda perseverancia y estrategias para buscar los mecanismos y medios, más aún en nuestro país y en un contexto como la ciudad de El Alto, donde la producción literaria es escasa además de poco rentable y el hábito de la lectura un desafío que se debe encarar porque su población no está muy acostumbrada a leer o no tiene fama de ser muy lectora.

Para Fernando Masi Pérez, estudiante de la carrera de Historia en la UMSA y de Comunicación en la UPEA, quien cumple la función de bibliotecario, esta falta de hábito lector en nuestra población si bien es una realidad preocupante también es una oportunidad para contribuir con acciones hacia futuro “a nivel Bolivia tenemos una perspectiva poco loable de nuestra lectura, ¿qué textos están consultando? _Son más académicos, son más para sus necesidades, no son tanto novela o cuento, no consumen tanto literatura de arte, pero estamos empezando, el futuro es una posibilidad y hay varias posibilidades”.

Desde la vivencia de Fer, como le llaman sus amigos, la biblioteca Crispín Portugal es un espacio de experiencias de aprendizaje donde iniciantes y profesionales comparten sus saberes, “varios de los que vienen a dar sus talleres tienen que enfrentarse a esta cuestión de enseñar, tienen que valerse de su pedagogía. Cuando inauguramos la biblioteca, la mayoría de los talleristas eran jóvenes y era muy interesante porque varios niños, niñas y señoras estaban aprendiendo de ellos y ellas, hay una cuestión de aprender pero no es algo jerárquico, sino te charlas de tú a tú con quien te está enseñando. La comunidad fotográfica es igual, son fotógrafos profesionales mezclados con amateurs, entonces están compartiendo esa información en salidas fotográficas y talleres”.

La biblioteca atiende de miércoles a domingo de 3 de la tarde a 8 de la noche para quienes quieran consultar el material en la sala. En tanto que para prestarse a casa, la persona realiza un trueque, al dejar un libro del mismo valor que queda como prenda en una especie de canje temporal.

Actualmente la biblioteca realiza otras dos actividades: el Martes de Cineteca, que es un cine club con proyecciones que se extienden hasta fin de año, haciendo que en cada mes haya un ciclo diferente para el público, mostrando otras realidades del mundo a través del cine. Complementariamente, los jueves tienen lugar las lecturas de autores de distintos géneros como Gonzalo Llanos, Óscar Martínez y Carlos Macusaya, con el objetivo de que la población los conozca y escuche sus productos artístico- intelectuales.

En todas estas acciones culturales trasluce una visión de futuro, promover que la población alteña tenga mayor acceso a la información, la cultura y el arte para contribuir a transformar la imagen que esta urbe proyecta a los demás, así Daniel nos comparte “a mí me gustaría que la ciudad de El Alto sea una ciudad lectora y hay mucho potencial, ya estamos cansados que se considere a la ciudad de El Alto una ciudad cómica o una ciudad peligrosa, que son los extremos que siempre hemos visto: o hacemos reír o nos tienen que temer”.

Iniciativas de este tipo son pocas en esta ciudad y podrían continuarse, tal como comenta Rossemary “deberíamos ir construyendo más lugares que sean alternativos, para toda la población, por ejemplo ya estamos programando algo aquí al frente con murales, entre los vecinos ya nos vamos uniendo, no solamente ser nosotros sino trabajar con los vecinos, con otras instituciones y demás, que el trabajo siempre sea conjunto.”

De acuerdo con lo que plantea Rosemary, la animación cultural impulsada desde espacios como Amta Café Cultural y la Biblioteca Crispín Portugal, podría estimular la iniciativa y la participación de la sociedad en procesos orientados a su propio desarrollo, por tanto, sería otra manera de aprender en espacios no formales e informales y una vía más para ampliar el panorama que tenemos las personas para explorar nuestra imaginación, además de descubrir nuestras habilidades escondidas.

Estudio 21 – Alternoticias 18/09/2021 Nº 23

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